Prensa Estudiantil

Los significados de la violenta muerte de George Floyd

2020/06/16 02:00:16


Internacional A menudo el mundo occidental contempla estupefacto las muertes sistemáticas de vidas negras en Estados Unidos a causa de la violencia racial policial. Hasta hace poco muchos países señalaban a este país como racista, desconociendo el racismo cotidiano, institucional y estructural de sus propias sociedades. Análisis.

Los significados de la violenta muerte de George Floyd
Las protestas internacionales contra el racismo han tomado forma propia en Francia, donde las manifestaciones se multiplicaron este sábado. / AFP

En América Latina y el Caribe, la ideología del mestizaje fue la manera más eficaz de negar las jerarquías raciales heredadas de la época colonial, y además el dispositivo más aceptado para narrar a las nuevas naciones posindependencias.
En América Latina y el Caribe, la ideología del mestizaje fue la manera más eficaz de negar las jerarquías raciales heredadas de la época colonial, y además el dispositivo más aceptado para narrar a las nuevas naciones posindependencias.

El desnudamiento del mito del mestizaje y de la democracia racial por parte del movimiento social afrobrasileño es una de las conquistas políticas y epistémicas más poderosas de los últimos años, ya que no solo permitió entender la contemporaneidad de la violencia racial del Estado y el rostro sin maquillaje de las instituciones que representan la ley y el orden –y que instrumentalizan la crueldad, el terror y el pánico en poblaciones específicas, cuya vida cotidiana y social debe ser controlada para impedirles que desarrollen una agencia política de autodeterminación colectiva–, sino que también coadyuvó a identificar qué grupos socioeconómicos son redituables de las desigualdades y violencias sociorraciales sistémicas.

Gracias a los aprendizajes de dicho movimiento se puede dimensionar la magnitud del genocidio de jóvenes negros en las favelas de las grandes ciudades, y comprender las conexiones que existen entre la policía militar brasileña, “el capitalismo antidrogas” –como lo llama la periodista canadiense Dawn Marie Paley– y la extendida práctica de la impunidad para los agentes de la fuerza pública alineada a los intereses del capitalismo globalizado.
En estos territorios, habitados de manera mayoritaria por gente negra, la Policía debe imponer nuevas formas de control social sobre quienes participen o no de esta forma de acumulación o reproducción ampliada del capital. El Estado le tema a la emergencia de para Estados.

La fragilidad de las vidas negras en EE. UU.

En este país, la mayoría de las familias negras pobres de la clase obrera tienen en común que algún miembro de la familia nuclear o extensa ha sido lastimado, hostigado, ultrajado, amedrentado, estropeado, traumatizado o asesinado por la Policía; y también tener algún miembro en prisión. En muchas de ellas es común que sus miembros vivan “un ciclo interminable de multas, tarifas, órdenes de aprehensión y arrestos” que fragilizan sus energías vitales y sus precarios recursos económicos, como dice la activista Keeanga-Yamahtta Taylor, profesora de Estudios Afroamericanos en la Universidad de Princeton y autora de From #BlackLivesMatter to Black Liberation.

Sin necesidad de ir a los Estados Unidos, las familias de Anderson Arboleda –un joven negro de 19 años que murió por una fractura craneoencefálica producto de inhumanos bolillazos recibidos de dos agentes de la Policía en Puerto Tejada (Cauca)– y de Estella Valencia, una mujer que falleció durante una asonada de la Policía durante el toque de queda en Buenaventura (Valle del Cauca), también conocen la dolorosa experiencia de la fragilidad de las vidas negras.

Si en el país dirigido por Donald Trump es peligroso ser una persona negra, vivir en los barrios negros lo es aún más. George Floyd, su mala muerte y su doloroso morir son testimonio de que ser una persona negra en un mundo antinegro se convierte en la mayor tarea espiritual, moral y política para cada generación en Estados Unidos, como lo afirmó recientemente el escritor Dante Stewart.

Un tema adicional es el fracaso de las costosas reformas a la Policía –que se pusieron en marcha en algunos lugares en donde en el pasado reciente se presentaron muertes negras– y en las cuales se afirmaba que una policía comunitaria y capacitada en relaciones raciales eran suficientes para transformar su ethos, la existencia de nuevos liderazgos para hablar de lo que ocurre en los barrios negros y la capacidad de movilización y de articulación del movimiento “Black Lives Matter”. Partiendo del caso de Floyd, el Ayuntamiento de Minneapolis, Minnesota, aprobó “una medida para desmantelar el cuerpo de policía mediante la retirada progresiva de fondos, la inversión en servicios a la comunidad y el uso de otro personal para resolver crisis que hoy se encargan a los agentes”1, con el fin de acabar con la violencia policial.

Los nuevos liderazgos colectivos e interseccionales de dicho movimiento son protagonizados por mujeres negras y por personas queer (una identidad de género y sexual diferente a la heterosexual y cisgénero). Por este movimiento sabemos que el mundo posracial que emergería con la elección del primer presidente negro –Barack Obama– fue una ficción, ¿será por eso que no vemos al Nobel de la Paz 2009 marchando como cualquier ciudadano comprometido en alguna de las 350 manifestaciones que se han desplegado en todo ese país en las dos últimas semanas?
Desenlace incierto

Sin duda alguna las protestas de los últimos días recogen la ira, el descontento y la desesperanza ante la brutal muerte de George Floyd, pero también las bofetadas a la dignidad colectiva de un pueblo negro que asistió por televisión a los entierros en fosas comunes de tantos cuerpos negros víctimas de la devastadora COVID-19.

No olvidemos que acumulación originaria del capital en ese país es producto de la mano de obra esclavizada Estas escenas de muertes negras por pandemia reflejan la existencia del racismo estructural estadounidense que facilita y aumenta el número de víctimas para las estadísticas epidemiológicas; las movilizaciones denuncian el pésimo sistema de salud que existe en dicho país, cuya clase política poco cree en el rol protector del Estado con excepción de algunos miembros del partido Demócrata.
Y si los latinos y otras minorías se suman hoy a las movilizaciones del movimiento “Black Lives Matter” es porque estas comunidades también están experimentando el rigor de la pandemia, que permite que sus vidas sean consideradas como desechables.

Se acerca un duro debate alrededor de volver a reformar la Policía de manera inmediata para contener el uso excesivo de la violencia; algunos líderes locales y barriales de izquierda hablan de suprimir la Policía en las áreas negras afectadas por esta, y desde ahora proyectan el papel que deben jugar las propias comunidades frente a sus problemas de seguridad ligados al alto desempleo juvenil, a la distribución de drogas y a la violencia intrafamiliar, entre otras.

El activista social Brian Bean expresó en la revista Rampant de marzo que “es necesario que existan reformas que reduzcan el gasto público en vigilancia y seguridad porque están vinculadas a luchas más amplias para financiar adecuadamente los servicios públicos que se necesitan para resolver las crisis sociales en las que los policías se insertan e inflaman”.
Pero también veremos quizá propuestas por parte del partido Demócrata para limitar el uso del poder por parte de la policía, a una gran cantidad de intelectuales o políticos afirmando que en una democracia liberal la única manera de frenar el racismo y la necropolítica es por medio del voto y de la representación política racial. Algo que ya muchos afroestadounidenses jóvenes descreen porque se encuentran cansados de contar cadáveres , pero que aún es un valor democrático caro para la generación que luchó por el derecho al voto.

Por ahora hay que escuchar lo que dice el lenguaje de las marchas, porque la política de la muerte va ganando la partida y el movimiento “Blue Lives Matter"es el nuevo nicho que apoya y defiende el despliegue de la violencia y de la fuerza desenfrenada por parte de la policía como algo legítimo dentro del Estado de derecho. En las calles de dicha nación –que guarda la historia reciente de un pueblo que obtuvo el derecho a tener derechos civiles y políticos– se escucha un estribillo ya conocido en Colombia: “no hay paz sin justicia”. En nuestro país trabajar en ello le costó la vida a muchos líderes sociales afrocolombianos e indígenas que han sido asesinados de manera brutal tras la firma del Acuerdo Final de Paz con la extinta guerrilla de las FARC.
¿Cómo será interpretado ese estribillo por parte de las políticas de Estado sistémicas que deben ponerse en marcha? Imposible saberlo en un país en donde los supremacistas blancos tienen fuertes apoyos en la Casa Blanca y como todos los estudios lo han demostrado son ellos los directos beneficiarios de las desigualdades sistémicas y de la violencia racial anti negra.

* UN Periódico Digital

* La autora es Ph. D. de la Université Laval en Canadá y profesora asociada de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), Sede de La Paz. Lideresa del grupo de investigación sobre Igualdad Racial, Diferencia Cultural, Conflictos Ambientales y Racismos en las Américas


Fuente: Reuters Fuente: Reuters




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